Ulises ya no vive aquí. Crónica de un rodaje.- 3. Trujillo (Perú)

Capítulo 3.-
Trujillo (Perú)




 

         Para el viaje entre Huarmey y Trujillo, otras seis horas de camino por la Carretera Panamericana, volvimos a coger un autobús de Erick el Rojo, confirmando su probada fama de bucanero terrestre. Mientras negociábamos el precio de los billetes, ya que estos están sujetos al estado de ánimo del capitán del bus, un muchacho con garfios en ambas manos lanzó nuestro equipaje al interior del vehículo como quién carga las balas del cañón de popa. Acabado este trabajo y visto que nuestro equipo era más voluminoso de lo esperado el precio del pasaje subió unos cuantos soles por encima de lo previamente estipulado. ¡Riesgos del contrabando terrestre!
            Trujillo, la segunda ciudad de Perú y la que más ha crecido en la última década, resultó ser una espléndida ciudad colonial, magníficamente conservada, confirmando con creces su fama de ciudad turística. Nos alojamos de nuevo en el Hotel Bolívar, quizá por añorar el que conocimos en Lima, y este, aunque era un caserón en pleno centro historio, no resultó tan magnífico y decadente como aquel pero si igualmente confortable.
            En esta ciudad veníamos a visitar a Verónica García, una vieja amiga. Psicóloga social y antropóloga, se encontró de repente sin trabajo y emprendió las Américas, como tantos otros españoles a través de los siglos y por miles en los últimos cuatro años. La gestión de la crisis es lo que tiene, que lanza fuera a los jóvenes talentos y deja dentro a los grandes defraudadores.
            Vero trabaja en una ONG inglesa que se encarga de apoyar en los estudios a niños de un barrio degradado de la periférica. Un trabajo estimulante, como estimulante es también el engranaje en la ciudad y en algunos colectivos que ha conseguido, lo que no impide sin embargo el sabor agridulce de sentirse una emigrante forzosa. Cómo ella dice siempre "no se fue de España, la echaron".
            A través de ella conocimos de cerca una organización internacional de emigrantes españoles "forzosos", Marea Granate, un colectivo muy activo y reivindicativo que organizados gracias a Internet tienen presencia en medio mundo, literalmente. Herederos del 15M, participan desde la lejanía en todas las protestas, escraches y demandas contra el Gobierno Español que se organizan, tanto como promotores o como colaboradores.
            Trujillo, además de una bella ciudad colonial, con su casco histórico y su famosa plaza de armas, es un destino arqueológico de primer orden (todo Perú es pura arqueología). Muy cerca de la ciudad se encuentra la ciudad preincaica de Chanchan o las Huacas del Sol y de la Luna. Nosotros visitamos estas últimas, excavaciones muy recientes (comenzaron en los años 90 del pasado siglo) de lo que fue la primitiva capital de la Cultura Mochica, una excavación arqueológica interrumpida por falta de inversión y que consta de una impresionante sucesión de monumentos, algunos cerrados, y de un estupendo museo. Una visita ineludible si uno quiere entender un poco las culturas que, una sobre otra constituyeron la base del pueblo peruano hasta que llego la colonización a "civilizarlos".
            Divididos entre las visitas arqueológicas y las turísticas por el casco viejo o por sus playas del Balneario de Huanchaco, seguimos además a Vero por otros lugares interesantes de la ciudad, que oscilan desde el underground Salón Dadá hasta la Casa de la Emancipación, el centro cultural que el BBVA gestiona en un increíble palacio colonial, con escala en la exposición Trujillo Ciudad Fantasía, un planteamiento multidisciplinar y combativo que da idea del grado de dinamismo que está alcanzando la ciudad.
            Si quisiéramos calificar de alguna manera esta ciudad, muy diferente a la caótica y deslumbrante Lima, o la entrañable y tranquila Huarmey, sería de peculiar y bulliciosa. Peculiar porque conserva la esencia de una ciudad que fue colonia junto con la identidad milenaria del Perú, y bulliciosa porque saliendo del casco antiguo uno se encuentra con ese tráfico densamente característico y esa costumbre ruidosa de tocar nerviosamente el claxon sin tener necesidad.  Una vez más dejamos la ciudad con un hasta luego y la promesa de un estreno local no tardando mucho.


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